Hasta Torrejón de Ardoz me he ido en esta soleada mañana de domingo, a perderlo (¿o no?) contemplando el mítin en el que Zapatero ha elogiado largamente la acción de su gobierno, ha criticado con ironía la oposición de la oposición, valga la redundancia, y ha prometido todo tipo de venturas económicas para el año próximo. Eso sí, nada nos dijo a los asistentes sobre cómo piensa encarar esta fase de negociación del Estatut catalán, o sobre si en verdad las posiciones españolas en la cumbre de Bruselas que concluyó este sábado han sido o no barridas con dignidad. Porque barridas han sido, aunque el presidente-secretario general haya desdeñado dar y hacer números, que es cosa siempre controvertida.
Estamos de nuevo en las mismas: ZP nos dice que estamos en el mejor de los mundos posibles y hasta imposibles, y Rajoy, que en el peor. Y quienes pensamos que vaya, la cosa no va mal, pero podría mejorar, quienes creemos que hay ministros sustituíbles, quienes juzgamos que Rajoy podría avenirse a hacer alguna concesión en aras del consenso y currar una pizca más, sin ser tan catastrofista, esos ¿qué? A esos, que debemos ser unos cuantos millones, se nos tacha ora de vendidos al oro gubernamental, ora de hacer el juego de la oposición. Se nos pone en cuarentena y se nos aplica la máxima de "al indiferente, la legislación vigente", que es una legislación que todos saben que no funciona igual para unos que para otros.
Así que confieso que me ha apenado algo el mítin de Zapatero, tan lleno de triunfalismos como exento de la menor autocrítica, asignatura siempre pendiente en nuestra clase política. No me cuento, no quiero contarme, entre los contrarios a ZP por principio: mi oficio es ver y contarlo, no diseñar una realidad más allá de los contornos existentes, como hacen "otros". Pero nos merecemos más de nuestro presidente, y quizá nos merezcamos también un presidente algo /más/. No basta con decir con voz segura que todo lo hemos hecho bien; es preciso cuestionarnos si algo no fue bien, qué es lo que podría ir mejor y por qué las encuestas dicen lo que dicen sobre la acción gubernamental. ¿Ha convencido esta semana de propaganda gubernamental a muchos indecisos o contrarios? ¿Creemos ahora que el Gobierno, sus ministros, están mejor que hace un par de semanas? ¿Ha subido ZP en el aprecio popular (del pueblo)?
Claro que no. Los montajes propagandísticos tienen, claro, su razón de ser, pero han de hacerse sobre ladrillos sólidos –ay, los ladrillos; hay que leer el editorial de hoy de
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