(el PSOE, así, es un partido agotado)
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Este lunes, recién inaugurada la semana, allá, en el emblemático hotel, estaba doña Yolanda Díaz, llegada de la campaña andaluza, en uno de esos desayunos multitudinarios en los que se mezclan políticos, empresarios y periodistas. Ella no era la protagonista, sino el ministro Escrivá, pero últimamente a la vicepresidenta y ministra de Trabajo se la ve hasta en la sopa, sonriendo transversalmente a cuantos se la quieren acercar, aunque cierto es que aún mantiene ciertas distancias con la transparencia total con los medios de comunicación. «Su proyecto genera muchísimo entusiasmo», dijo, forzado a responder a una pregunta sobre la plataforma ‘Sumar’, el bastante moderado Escrivá, que con su colega en el Consejo de Ministros Díaz se las ha tenido ocasionalmente tiesas, pero con la que este lunes se deshacía en sonrisas y guiños cómplices.
Yolanda Díaz es noticia allá donde vaya, sea con o sin Errejón. Es noticia cuando Pablo Iglesias, desde su sedicente tribuna crítica en los medios, le lanza sutiles alfilerazos y también cuando venenosamente la elogia; es noticia por las ausencias en sus actos de en teoría correligionarias que valen muchísimo menos que ella. Es noticia por lo que dice y por lo que calla, por lo que hace y por lo que no.
Me parece que se la empieza a tener en cuenta porque algunos portavoces de la derecha, en lugar de ignorarla como hasta ahora, dedicando todos sus rayos a Pedro Sánchez, en los últimos tiempos la atacan directamente a ella. Creo que, a la vista de lo que está ocurriendo en Francia, donde Jean-Luc Melenchon, un representante de la izquierda a la izquierda del Partido Socialista, ha logrado un importante éxito electoral, algunos que hasta ahora estaban instalados en sus burbujas empiezan a pensar que, cuando Francia estornuda, España pilla un catarro y que por estos pagos también se pueden mover las cosas en la franja del ‘gauchisme’ más rápidamente de lo que se creía.
Primero, porque la plataforma de Yolanda Díaz, que quiere basarse, dicen, en ‘gente corriente’ más que en políticos, está despertando expectación aun antes de haber siquiera dado los primeros pasos hacia su consolidación: el 8 de julio, cuando conozcamos lo ocurrido en Andalucía, será el momento de empezar el famoso ‘recorrido’, que ya se sabe que, en cuanto sales de Madrid, provoca muchos titulares de prensa.
Segundo, porque el PSOE es un erial. No es la catástrofe del PS Francés, obviamente, pero se trata de un partido acéfalo, con gentes de muy escasa altura política a los mandos, completamente absorbidos por el Gobierno y La Moncloa. Ahora mismo, el partido fundado por Pablo Iglesias Posse hace ciento cuarenta y tres años es una formación átona, sin más rumbo que sacudir leña a la oposición y al que ni siquiera se atreven a encargar la organización de la campaña andaluza no vaya a ser qué. Pero, eso sí, con una militancia fiel que conserva los viejos entusiasmos en las agrupaciones, que es algo que vale mucho.
Tercero, ignoro por dónde acabará saliendo el ‘proyecto Díaz’, que ahora va de la mano de Iñigo Errejón –convertido en telonero–, que ha abandonado algo a las complicadas figuras de Mónica Oltra o Ada Colau y que parece que nunca contó de veras con alguien tan prestigiado como Manuela Carmena, que quizá –menudo error– les parece demasiado ‘veterana’. Pero, al tiempo, se empiezan a alejar de Unidas Podemos figuras de cierto peso que se apuntan al proyecto de Díaz, sea este el que sea. E incluso, me dicen, algún socialista ‘descolgado’ anda acercándose a la vicepresidenta.
Y cuarto, me parece –siempre me lo ha parecido– que, más simple que crear algo ‘ex novo’, que necesita mucho tiempo, bastante dinero, ir creando sedes y plataformas provinciales y locales, sería apuntarse a caballo no tan ganador, pero no definitivamente perdedor. O sea, al PSOE, encarnando el ala más izquierdista e innovadora. Porque Díaz y quienes más entusiastamente la apoyan creen, aunque no dicen, que el de Sánchez, de cara a 2024, es un proyecto agotado, que no ganaría unas elecciones generales ni siquiera con las fotos abrazado por Biden o presidiendo el Consejo Europeo.
No sé si están empezando a vender la piel del oso antes de cazarlo, pero hay en los ámbitos de lo que genéricamente podríamos llamar ‘izquierda’ no pocos que piensan que Sánchez, para lo bueno y para lo malo, que de todo hay, acabará exhausto esta Legislatura, tras cinco años y pico gestionando lo inesperado (pandemia, Ucrania) con distinto grado y diversos momentos de acierto y desacierto. Pero estará quemado, resulta cada menos simpático y perderá, reconocen esos sectores, frente a una derecha que se ha reconstruido.
Ese sería el ‘momento Melenchon’, en el que PSOE, Izquierda Unida, comunistas, lo que quede de Podemos y diversas formaciones regionales menores tratarían de crear, ‘a la francesa’, su propia Unión Popular, Ecológica y Social (NUPES), bajo la dirección, seguramente, de una figura tan atractiva como doña Yolanda, a la que no se le conoce una sola declaración conflictiva en los temas más polémicos, ni un mal gesto. Bueno, ya es algo, un comienzo, una mejora respecto de esa política ‘testicular’ que conocemos.
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