El ‘sermón de las más de siete palabras’ de Sánchez

La semana política que empieza

Lo que Sánchez no nos dirá el día de Jueves Santo

Fernando Jáuregui

Me gustaría pensar que, cuando Sánchez se enfrente al ‘pleno restringido’ del jueves en el Congreso, no se limitará a pedir meramente una prórroga de quince días para el estado de alarma y, si acaso, a enunciar que se abrirá algo –más bien poco—la mano para permitir que todo el sistema productivo no colapse y que la tensión familiar se relaje con algún paseo. Me gustaría que Sánchez, cuyas ambiciones personales son inmensas, pero cuya ambición como estadista es más bien limitada, aprovechara la ocasión para, de veras, concretar esos pactos de La Moncloa que ya nos ha anunciado en sus larguísimas intervenciones de sobremesa.

Me decía Francisco Fernández Ordóñez, que mucho tuvo que ver en aquellos pactos de 1977, que, en realidad, fueron algo semejante a un Gobierno de concentración. Un acto, suscrito en el Congreso de los Diputados entre Adolfo Suárez y todos los líderes políticos, sindicales y patronales, que evidenciaba que todos, de Felipe González a Carrillo, de Miquel Roca a Juan Ajuriaguerra, de Marcelino Camacho y Nicolás Redondo a Ferrer Salat, incluso con un Fraga reticente a ‘pactar con los comunistas’, se involucraban no solo en la salvación de la maltrecha economía del país, sino también en la regeneración política y en el avance de la democracia. El gran abrazo. Porque, aunque haya gentes interesadas en decir lo contrario, los pactos de La Moncloa no fueron meramente económicos.

Supongo que Sánchez, que sí quiere alentar un acuerdo económico, incluso para sacar adelante unos Presupuestos ‘de guerra’, sí tiene presente que no puede darse este acuerdo económico sin un cierto acuerdo político en torno a una plataforma económica ‘segura’. Y que ni la coyuntura es ahora la misma que la de 1977, ni los políticos, sindicalistas y empresarios son idénticos a aquellos empeñados en sacar a España de la dictadura y de cuanto el franquismo había significado de aislamiento del país. Ni, claro, Sánchez es Suárez, salvo que sea capaz de demostrar lo contrario, que a mí bien que me gustaría, pese a todo, poder darle un voto de tímida confianza.

También supongo que el presidente del Gobierno tiene asimiladas dos cosas muy importantes: una, que los presidentes autonómicos tienen que involucrarse en estos nuevos pactos de La Moncloa (en 1977 la territorialización de España era muy diferente; y fue aquel el año en el que Suárez ‘firmó la paz’ con Tarradellas). Y dos, que esos pactos no se podrán suscribir ni con Vox, que ha declarado la guerra al inquilino de La Moncloa, ni con ‘este’ Podemos, empeñado en una batalla intestina de poder en el Consejo de Ministros. Ya se lo ha dicho Pablo Casado a Sánchez: ¿seguro que firmará Pablo Iglesias unos pactos como los que Carrillo suscribió en 1977? Estúdiense los contenidos de aquello de La Moncloa y se verá que, aunque todo lo supedita a seguir pisando moqueta, Pablo Iglesias tendrá que decir que no, y ojalá me equivocase.

Confío en que no piense el lector me siento una animadversión enfermiza por el líder de Podemos. Personalmente, hasta simpatizo con él y sus circunstancias: últimamente, las ‘fake news’ virales incluso han puesto en mi boca afirmaciones que yo habría hecho en una radio sobre la vida y milagros de Iglesias, pero que jamás he hecho, entre otras cosas porque lo desconozco y más bien tiendo a pensar que es víctima de una campaña de acoso en su contra, utilizando falsedades sobre su trayectoria personal. Jamás, jamás, utilizaría yo tales armas, ni aunque existiesen. Así lo desmentí en esa radio, pero ¿quién oye los desmentidos cuando está empeñado en deformar los mensajes originales?

Pero creo que, desde una óptica puramente política y hasta lógica, Pablo Iglesias, que no alcanza precisamente la talla de Carrillo, ya no tiene sitio en esta coyuntura. Como no lo tienen otros ministros. Como quizá no lo tendría Pedro Sánchez, que ya digo que tampoco es Felipe González, ni Suárez… si no fuese porque Sánchez fue el más votado en las últimas elecciones, y a él le corresponde arreglar este entuerto que no esperaba, aunque seguramente tendrá que hacerlo con otro equipo. Después, ya se verá.

Pero no; Sánchez, en su versión (larga) del ‘sermón de las siete palabras’, no creo que remonte el vuelo este Jueves Santo. Nos hablará de superación de la pandemia sanitaria, pero poco de la infopandemia, de la ecopandemia y nada de la demopandemia, que esa es otra: a ver cómo van a quedar nuestras libertades y nuestra democracia una vez que esas curvas malditas de muertos e infectados comiencen, de verdad, a bajar. Que confiemos en que sea ya esta misma semana de pasión.

fjauregui@educa2020.es

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