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((A Rajoy no le gustó mucho, como constatamos los autores, el título de este libro; menos le gustará, sin duda, el de esta crónica, aunque, si bien se mira, es en defensa del presidente en funciones y aspirante a presidente para funcionar))
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La archimanida frase del asesor de Clinton, referida a la economía, me sirve para titular este comentario sobre la semana política: lo más notable, tras el virtual cierre de los acuerdos de investidura entre el Partido Popular y Ciudadanos, que se refrendará el próximo martes, fue la comparecencia de Antonio Hernando, portavoz del grupo socialista y uno de los cuatro miembros del sanedrín que todo lo decide en el PSOE, para anunciar que su partido pedirá una comisión parlamentaria que investigue la corrupción presente y pasada del PP. Es decir, han tratado los socialistas de ‘madrugar’ el más que previsible acuerdo entre ‘populares’ y Ciudadanos, que se suscribirá la semana próxima y que incluye precisamente eso: una investigación parlamentaria de los ‘casos Bárcenas’, Gürtel, Púnica, sobresueldos, sede de Génova y un muy largo etcétera que afecta, sobre todo, al PP.
Ya no sé, a estas alturas, si calificar de oportuno u oportunista el gesto de Hernando (Antonio), que siempre es lanzado por su jefe Sánchez, desaparecido dicen que por tierras almerienses, para cumplir las misiones imposibles; pero sí sé que será bueno que, en cualquier caso, el PP deje aclaradas y depuradas de una vez conductas más que reprobables, pero que pertenecen al pasado y que difícilmente pueden achacarse de manera principal a Mariano Rajoy, presidente en funciones y candidato a presidente funcionando. Y también sé que esa comisión de investigación, que parece que se dará sí o sí, solamente podrá desarrollarse en un Parlamento normalizado. Es decir, después de que se haya producido la investidura de Rajoy; esa que obstaculiza –o quizá no tanto, ya veremos…– el PSOE.
No me cabe la menor duda de que el PP, ante la avalancha que se cierne sobre sus actuaciones pasadas –avalancha seguramente muy merecida—, va a contraatacar hablando de los ERE del PSOE en Andalucía, y hasta es posible que haga en el Senado, donde los ‘populares’ dominan, lo mismo que el PSOE sugirió este viernes hacer en el Congreso: crear una comisión para investigar y debatir los casos de irregularidades económicas ‘oficiales’ en el PSOE, con lo que estaremos, sin duda, ante una ‘causa general sobre la corrupción’. Máxime cuando este otoño comienzan los juicios sobre la primera parte de Gürtel y las ‘tarjetas black’, tarjetas que caerán, sobre todo, sobre la cabeza del ex vicepresidente del Gobierno de Aznar Rodrigo Rato. Trabajo tendrán, sin duda, esas comisiones y esos tribunales, porque corrupción desde los poderes en España ha habido mucha, como es bien conocido. Lo que ocurre es que la mayor parte de los casos destapados están ya en la prensa y en los tribunales, y algunos de los protagonistas han pasado ya por la cárcel, o en ella, como Francisco Granados, siguen.
Nunca he sido, y muchas veces he tenido la oportunidad de constatarlo, un ‘fan’ de Mariano Rajoy: no aprecio sus cualidades inexistentes de estadista, ni me gustan su estilo esquivo ni sus tiempos escasamente reformistas y para nada imaginativos. Otra cosa es que no reconozca los méritos de algunos en su Gobierno, señaladamente la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, por erradicar las prácticas corruptas que anidaron, sobre todo, en la sede del partido, en la calle Génova, y en sus terminales autonómicas y locales. Insisto en que esa corrupción, que, por supuesto, necesita ser dilucidada y públicamente expuesta, corresponde básicamente –básicamente– al pasado, y difícil sería que casos de financiación ilegal de los partidos, de recalificaciones escandalosas de terrenos que han enriquecido a algunos alcaldes, de indultos inexplicables, y hasta de caza de elefantes si usted quiere, vuelvan a repetirse o se estén dando ahora: ni la legislación producida últimamente, ni la coyuntura, ni el hartazgo de los ciudadanos, que están ahora alerta, ni la situación de cuatripartito, lo permitirían. Otra cosa es que se den situaciones que nadie comprende, y que ciertos responsables ‘populares’ en el pasado –y no, no me estoy refiriendo a Rita Barberá, que tan dolida se muestra en sus mensajes– , ciertos familiares del ex president Pujol en Cataluña –atención al tema corrupción en Cataluña–, sigan por ahí, campando tan tranquilos…y tan lejos de las prisiones.
Pero, a la vista de la gravedad de la situación política española, pienso que no tiene sentido argumentar con el ‘y tú más corrupto’ para vetar la investidura del político más votado, a quien difícilmente se le puede achacar un enriquecimiento personal ilícito en el ejercicio de sus cargos presentes o pasados, y para normalizar los tiempos de la gobernación. Exigir a Rajoy que se trague los sapos que, por negligencia, por ineptitud o por amistad –no creo que por complicidad–, haya de tragarse, hablando de Bárcenas o de los ex secretarios generales que en el PP fueron, me parece lógico y conveniente, incluso para la pervivencia del propio PP; tirarse a la cabeza las hemerotecas como pretexto para mantener la parálisis del país, me da la impresión de que es táctica y estrategia aberrante. Y perjudicial para la ciudadanía.
Así que doy en pensar en que el pacto general que, para avanzar, pretendemos me parece que una inmensa mayoría de los españoles, podría darse precisamente en torno a esa comisión de investigación sobre la corrupción. Ya sabemos que, cuando quieras que algo no se sepa, debes crear una comisión parlamentaria que la investigue, como decía el justificadamente cínico Churchill; pero, al menos, esa comisión sirve, como tantas otras que han tenido lugar en los años pasados, para poner el foco sobre lo que se hizo mal, que es una forma de evitar que eso se repita. Y, si todos estamos de acuerdo en ello, ¿por qué no desbloquear con esta palanca una situación que está evitando emprender las reformas regeneracionistas que el país necesita como agua de Mayo, digo de agosto? Porque, la verdad, salvo este espinoso tema de la corrupción, no veo que ninguno de los acuerdos que van a suscribir la semana próxima PP y C’s, y que redundarán, pese a su modestia, en bien de la nación, no pueda ser suscrito por el PSOE, aunque sea, como nos ocurre a algunos electores al ir a votar, tapándose la nariz. Y al menos uno de los ojos.
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