Muchos comentaristas hemos destacado en las últimas semanas, sobre todo a raíz del 40 congreso del PSOE, el buen momento que aparentemente vive un Pedro Sánchez que ha unificado –al menos controlado por completo—su partido, que ve que va a sacar adelante sus Presupuestos sin excesivo riesgo y que hasta ha sido presentado como una especie de Supermán en medios extranjeros. Y, sin embargo, más cierto parece que el presidente del Gobierno español, a quien todo el mundo le augura, de momento, una estancia tranquila en La Moncloa hasta, al menos, finales de 2023, cuando convocaría elecciones, se ubica sobre arenas movedizas. No, no ha sido esta una buena semana para Sánchez ni para la estabilidad de su coalición. Ni, por cierto, para la estabilidad de la democracia española.
La verdad es que no concedo (aún) demasiada importancia a las fricciones oficiales entre Unidas Podemos y el PSOE, ni a las que presumiblemente enfrentan a la vicepresidenta Nadia Calviñlo y a la vicepresidenta Yolanda Díaz no solamente, por cierto, a cuenta de la derogación, o no, de la reforma laboral. Lo arreglarán, y será a satisfacción de la Unión Europea, qué remedio queda. Otra cosa serán los resquemores, personales y políticos; no olvidemos que Carmen Calvo perdió su batalla contra alguien tan menor como Irene Montero, una de las envenenadas herencias que nos dejó Pablo Iglesias.
Más inquietud me produce el hecho de que el socio de gobierno, la fracción que representa la ministra Ione Belarra, se haya posicionado frontalmente contra el poder judicial y, ahora, también agresivamente contra la presidenta del Legislativo, Meritxell Batet, persona de quizá excesiva obediencia a quien la colocó en el tercer puesto en el protocolo del Estado. Presentar una querella, desde el corazón del Ejecutivo, nada menos que por prevaricación contra quien preside la Cámara Baja es algo muy serio, por muy poco recorrido que vaya a tener: porque no creo que la inhabilitación de un personaje de segunda, como el diputado Alberto Rodríguez, siga provocando muchos más afectos, veremos. Pero hay más: insultar desde el Ejecutivo al presidente de una Sala del Tribunal Supremo tampoco es cosa que ocurra todos los días en las democracias europeas, máxime cuando ese magistrado fue barajado en su día, y tal vez vuelva a serlo, porque su prestigio es grande, para presidir el Consejo del Poder Judicial.
Y a todo esto ¿qué dice Pedro Sánchez? ¿Dónde están los planes de ‘regeneración socialdemócrata’ que alumbraba el presidente del Ejecutivo y secretario general del partido dominante en el Gobierno? No, no creo que, como dicen algunos analistas, como mi admirado José Antonio Zarzalejos, el regreso a la socialdemocracia proclamado en el 40 congreso socialista sea solo un espejismo. Sánchez sabe que ha de hacer algo, que su situación es insostenible, sabe que para nada necesita al incómodo Bildu (que aún sigue con sus ‘ongi etorris’), para aprobar los Presupuestos. Y sabe que Yolanda Díaz, que es mucho mejor en política que el histriónico Pablo Iglesias, es muy capaz de tener éxito en el montaje de esa ‘plataforma de izquierda’ que competiría directamente con el PSOE en unas próximas elecciones generales. Y quién sabe qué ocurriría si el aún improbable, pero posible, ‘sorpasso’ se produjese y si, al tiempo, el PP siguiese creciendo –dicen las encuestas—en el favor del electorado. Entonces, adiós Sánchez, adiós.
Sánchez es hombre con suerte, y un político mejor dotado de lo que le quieren sus adversarios, rivales y enemigos, que son legión: porque no todo el país se refleja en los entusiastas aplausos recibidos en el 40 congreso, por supuesto. Sabe que está ante una oportunidad histórica de darle un giro a la nación, pero no parece acabar de encontrar los ladrillos para levantar el edificio. Combinar Otegi, Esquerra, los pactos con el PP –que han evidenciado la miseria de la política española–, Yolanda Díaz, Nadia Calviño y los fondos europeos exige mucho talento –que aún Sánchez no ha demostrado–, mucho arrojo –que sí—y ser más flexible y hasta simpático –que no–. ¿Qué nos queda de Pedro Sánchez cuando se despoja del traje de Supermán y vuelve a ser Clark Kent? Creo que estamos a punto de averiguarlo.
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