Ana Pastor ‘for speaker’

Cada día tiene su afán en esta campaña. Mañana puede que las plumas jurídicas que se afilan a la espera de la sentencia del ‘procés’ comiencen a comentarla desde los mil prismas que exigirá tan compleja decisión del Supremo. La campaña entrará en una ‘órbita catalana’, para bien o, seguramente, para mal: por ejemplo, ¿podrán Junqueras y otros presos encabezar candidaturas? Ahí tiene usted un motivo (más) de reflexión. Pero, en el momento en el que escribo, ocurre que este lunes se cierra el plazo para presentar candidaturas, y lo más descollante ha sido la súbita decisión de Pablo Casado de situar a la ex ministra y ex presidenta del Congreso, Ana pastor, como su ‘número dos’ en la lista por Madrid. Es decir, equivalente, creo yo, a la ‘número dos’ del partido, seguramente por delante del secretario general, Teodoro García Egea. Y, claro, por delante de la hasta ahora portavoz en el Congreso y ‘número uno’ en la lista catalana, Cayetana Alvarez de Toledo.

Me atrevería a decir que la designación de la moderada Pastor, a quien casi nadie ha escuchado decir una tontería, que representa lo mejor de la época de Mariano Rajoy, ha sido un acierto pleno de Casado. Une pasado y futuro. Lo siento por Adolfo Suárez, que quiso representar el ‘suarismo’ en el PP, sin plenamente lograrlo. Pienso que ese acierto debería completarlo nombrando a Pastor, que fue una buena presidenta de la Cámara Baja, portavoz parlamentaria. Sustituyendo, sí, a doña Cayetana, que, en su breve paso por el poder otorgado, ha metido ya un par de veces la pata con su seguridad despectiva, aplastante y extremista. Me consta que no representa a ‘todo el PP’ y he escuchado críticas a su actuación procedentes de alguno de los ‘barones’ territoriales del partido, que son lo más sólido que tiene el PP, comenzando por Alberto Núñez Feijoo, a quien, sin duda, el nuevo ‘ascenso’ de Ana Pastor habrá agradado no poco.

A Casado empiezan a salirle bien las cosas desde que dejó de llamar ‘felón’ al presidente del Gobierno. Las encuestas le amparan y el PP crece más que ninguno, aunque no hasta el punto de desbancar al PSOE, cuyo líder, Pedro Sánchez, hay que reconocer que está haciendo una buena campaña. No sé si se puede decir tanto como que volvemos lentamente a un ‘bipartidismo imperfecto’, pero lo cierto es que aquí, para formar un Gobierno estable, solo parecen sumar los socialistas y los ‘populares’. Y ahí no caben ni Alvarez de Toledo ni Adriana Lastra.

Cada día se escuchan más voces que hablan de la necesidad de una gran coalición o, al menos, de un gran pacto reformista que regenere la pestilente situación política que vive el país. Si lo hubiésemos hecho hace algunos años, ni estaríamos repitiendo elecciones ni, seguramente, el ‘problema catalán’ sería el que es. Pero, en fin: nos decían que no somos alemanes. Tampoco somos portugueses y no faltó quien vió para España ‘soluciones a la portuguesa’ sin pensar que los vecinos no tienen, seres afortunados, ‘indepes’ dando la lata.

Y las voces más sensatas que escucho en el PP, que es un partido organizado y que ha sabido darse a sí mismo la vuelta como un calcetín desde los aún próximos tiempos del ‘marianismo’, dicen que no les gusta una posible coalición ni ‘a la andaluza’ ni ‘a la madrileña’ en la que la veleta Ciudadanos, que no se ha resignado a ser lo que debería ser, bisagra, ni la rocosa Vox –hay que ver las cosas que dijo Abascal este domingo en Vistalegre—jueguen un papel decisivo. Lo mismo que, en el otro lado, se escucha en el PSOE: nunca más un ‘Gobierno Frankenstein’ en el que Pablo Iglesias tenga vara alta y Oriol Junqueras entresijos bajos.

O sea, blanco y en botella. Además, las encuestas ya dicen que la única posibilidad de obtener una mayoría de escaños para un Gobierno no ‘de progreso’ , ni ‘de cooperación’, ni ‘de concentración’, sino ‘de desbloqueo’ y ‘de avance’, es la que se deriva de un entendimiento entre Casado y Pedro Sánchez, que bien haría también puliendo su ‘frente parlamentario’ en el que destacan las obvias limitaciones de su portavoz.

Porque en el Parlamento, tan inoperante hasta ahora, es donde debe radicar la regeneración política del país. En el Parlamento, y en ese tan vapuleado, por unos y por otros, Parlament catalán. Y, en suma, en la idea de un poder Legislativo en el que radique la democracia que hay que reconstruir. Y ahí, digo yo, gente como Ana Pastor tiene mucho que decir: debería haber sido una pieza de consenso entre PSOE y PP y haber continuado en su puesto anterior. Pero, en fin: de quién debe presidir ambas Cámaras, o de cómo se reorganice el Legislativo catalán, hoy, todavía, no toca hablar. Pero hablaremos, vaya si hablaremos. Porque será una clave decisiva.

fjauregui@educa2020.es

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