Carta abierta a Pedro Sánchez en la víspera de su suicidio político

Quisiera que no piense que me siento un ciudadano diferente por ser periodista; puede que esté mejor informado en algunas, pocas, cuestiones, y, en cambio, mucho peor enterado de lo que la calle cree y piensa que el común de los mortales. O sea, lo mismo que usted. Pero creo, en este cuarto de hora, que tengo al menos este instrumento a mi alcance, y me siento hoy en la obligación de, en la muy humilde medida de mis fuerzas, tratar de hacerle llegar, señor Sánchez, una voz desesperanzada que sé que comparto con muchos.

Cuando usted llegó a la secretaría general del PSOE, don Pedro Sánchez, me ilusionó con reservas la posibilidad de un cambio, la llegada de una fuerza que soplase un viento nuevo y fresco sobre el inmovilismo en el que la Vieja Política nos tenía instalados. Luego, usted cometió algunos errores, el mayor de ellos renunciar a toda posibilidad de negociar a varias bandas un Gobierno reformista. Era un ‘o ellos, o nosotros’ en el que era seguro que ustedes, o sea, muchos de nosotros, iban, íbamos, a salir perdiendo. Luego vinieron el acuerdo con Ciudadanos, que ya se ha desmarcado de ustedes y, por lo que ví este martes tras el encuentro con Rajoy, ha iniciado una lenta, muy cauta, aproximación al ganador, es decir, al PP. Y vino aquello de ‘usted no es un político decente’, y el empeño en seguir a la estela de Podemos, hasta el punto de hacer un ridículo total inmediatamente antes de que hubiese que convocar las segundas elecciones.

Han sido demasiados dislates, aunque, claro está, no solamente atribuibles al PSOE. Pero a los socialistas les correspondía, les corresponde, el gesto de la máxima generosidad. Los españoles han votado a un Rajoy, aunque sea en clara minoría, como presidente. Y eso todos lo admiten. Y al PSOE puede que lo hayan votado como fuerza moderadora, impulsora de las reformas posibles. Al PSOE le toca tragarse el sapo de sus propias palabras y facilitar, como hará sin duda Albert Rivera, la investidura de Rajoy, y que él gobierne con su exigua minoría de 137 escaños más el de Coalición Canaria. Tendrá que pactarlo todo, va a ser difícil hacer progresar la legislatura y no es la mejor solución. Pero no hay otra mejor o, al menos, ni ustedes ni los demás nos ofrecen algo más alentador, al marfgen de asegurarnos, sin pruebas, que no se producirá la catástrofe total de unas terceras elecciones.

Siempre he dicho que me siento ciudadano antes que periodista; para un periodista, lo que vivimos es apasionante. Para un ciudadano, desesperante. No me erijo en portavoz de nada ni de nadie, pero me da la impresión de que al común de los mortales les importa poco que el PP, el PSOE, Ciudadanos, Podemos o quien sea, se abrasen en su búsqueda de la fórmula para sobrevivir. A mí, a nosotros, lo que nos importa es que sobreviva el sistema democrático y que, si es posible, se fortalezca.

Acudir este miércoles a la cita con Rajoy –que sigue impasible, como si, en lugar de tener que negociar, hubiese obtenido una mayoría absoluta—armado apenas del ‘no a todo’, sería una grave equivocación. Acabará, a la postre, con usted y con su partido: otros, en otras latitudes, tan socialdemócratas y con tanta solera como ustedes, han caído y el sistema de partidos en Europa, en América, en todas partes, ha experimentado una profunda renovación. En España está comenzando a producirse, y usted y su comité federal, tan inoperante, ya deberían haberlo advertido: tienen a los españoles sumidos en el desconcierto, porque nadie entiende bien eso de aferrarse a las hemerotecas, a corrupciones y corruptelas pasadas, a la pureza de la izquierda frente al desvarío de la derecha, mientras transcurren los meses de desgobierno, de apatía, de desprestigio en el exterior.

Espero que me entienda: no soy partidario de Rajoy, cuyo constante inmovilismo, cuya falta de sintonía con la gente, he criticado muchas veces. Ni tampoco lo soy de ningún otro, incluyéndoles a ustedes. Pienso, seguramente como una mayoría, que todos han dado, están dando, un espectáculo lamentable. Pero Rajoy ha ganado y esto necesita no ya un Gobierno de gran coalición, sino casi de salvación nacional, que le obligue a propiciar el cambio que es posible, que no es el que usted predicaba.

No he apreciado en usted –lamentable su discurso ante el comité federal el pasado sábado: ni un avance sobre lo de siempre, aunque las cosas no sean ya como antes— ni la más mínima autocrítica. Ni un proceso de reflexión sobre lo que están indicando los votantes. Tampoco le pido, todavía al menos, que se marche y deje de ser un obstáculo: aún le queda el pretexto, no sé si algo falso, de estar cumpliendo los dictados de su comité federal, cuya opinión ya se saltó usted una vez al acudir al voto directo de la militancia. Creo, sinceramente, que está usted preso de sus propios vetos arrogantes y que ahora no saben, ni usted ni la dirección de su partido, cómo hacer para cambiar el rumbo. Pero no queda otro remedio que cambiarlo: no está usted arriesgando solamente su propio cuello político (que tiene, reconozcámoslo, una importancia relativa), sino muchas cosas más. Con su actitud, ha propiciado usted el fortalecimiento de Rajoy, y no culpe de ello a otros, mucho más irresponsables ante la vida en general que responsables directos del cataclismo.

Y, por favor, que los más pedestres de los suyos no digan que este comentario, ya digo que surgido del desaliento, está inspirado por no sé qué derecha estúpida, por quién sabe qué gobernantes deficientes. Hemos vuelto a los peores tiempos en los que la crítica se consideraba un síntoma de que quien la ejercía estaba vendido ‘al otro lado’. Y así, las dos Españas. O las cuatro. O las diecisiete. Y la democracia, retrocediendo pasos, como la libertad de expresión.

Concluyo, con todo respeto, diciéndole que cada vez me recuerda usted en mayor medida a ese Artur Mas, que, mal rodeado y peor aconsejado, a base de decir ‘no’ a todo, cabalgando sobre su soberbia y su revanchismo, pretendiendo lo más, que era imposible, se cargó su propio partido, la coalición que lo sustentaba y toda posibilidad de lograr nuevas y grandes ventajas para Cataluña. Mírese, señor Sánchez, al espejo: ¿no ve usted ciertas similitudes en este y en otros casos que acabaron francamente mal?

3 respuestas

  1. Buenos días Fernando.

    Ante todo quisiera darle las gracias por su trayectoria profesional y sus análisis expresados en diversos medios de comunicación.

    La siguiente reflexión es fruto de lo compartido en un grupo de madres y padres que hemos perdido un hijo o una hija por suicidio. El tema en sí mismo es un enigma y un estigma tal y como recoge el libro de un compañero suyo periodista y sociólogo: Juan Carlos Pérez Jiménez (La mirada del suicida. El enigma y el estigma), pero también el uso de la palabra suicidio en los medios de comunicación, provoca, proporciona dolor, mucho dolor, más dolor aún.
    Es por ello por lo que le escribo, pues Ud. es escuchado con gran interés y sus palabras son respetadas en un ámbito de máxima difusión. Una vez más, agradecida:

    “Desgraciadamente, estamos viviendo acontecimientos de violencia y muerte a causa de un terrorismo cruel e incontrolado. Los medios de comunicación se refieren a los individuos que los llevan a cabo como suicidas. El uso de este término en ese contexto ocasiona un gran dolor a todas las familias que en un momento dado hemos sufrido el suicidio en nuestras vidas.

    Por definición, el suicidio es el acto de privarse de la propia vida. Quien toma esta decisión no implica a nadie en su huida. Sólo quiere acabar con su vida en un acto de desesperación, de profundo dolor y de infinita soledad, que nada tiene que ver con el fanatismo religioso o político, a diferencia del que decide inmolarse sacrificando su propia vida y la de los demás. Por eso no entendemos que se utilice a diario, con tanta falta de rigor, el término suicida o suicidio en relación con algo que es, en esencia, totalmente diferente.

    Sin embargo, observamos la falta de información que sobre el suicidio existe en estos mismos medios. Apenas se habla sobre algo que supone la primera causa de muerte no natural por encima incluso de los accidentes de tráfico, de los que sí se nos informa casi a diario. El suicidio es la muerte más silenciada. No comprendemos por qué se ignora una realidad que por desgracia nuestra sociedad padece a diario. Echamos en falta también más información por parte de las instituciones, así como más medios para planes de prevención que podrían evitar muchas pérdidas.
    Asimismo, oímos en estos últimos meses hablar de suicidios de partidos políticos o de suicidios políticos de algunas personas. Los que hemos perdido a un ser querido por suicidio pedimos un poco más de respeto, reflexión y rigor antes de usar este término aplicado a cualquier hecho que no sea el del dolor o la tristeza que este acto conlleva.

    De la misma manera que se han conseguido eliminar muchos calificativos impropios referentes a minusvalías, que igualmente herían muchas sensibilidades, pedimos que el término suicidio se refiera, únicamente al acto tan profundo y doloroso que un ser humano lleva a cabo en la mayor soledad de su persona y de su alma. Y casi siempre pidiendo perdón por el dolor que van a causar.

    Diferenciemos y respetemos. Grupo de apoyo de madres y padres en duelo por el suicidio de sus hijos/as de la Asociación Alaia. Madrid”.

  2. Buenos días Fernando.

    Ante todo quisiera darle las gracias por su trayectoria profesional y sus análisis expresados en diversos medios de comunicación.

    La siguiente reflexión es fruto de lo compartido en un grupo de madres y padres que hemos perdido un hijo o una hija por suicidio. El tema en sí mismo es un enigma y un estigma tal y como recoge el libro de un compañero suyo periodista y sociólogo: Juan Carlos Pérez Jiménez (La mirada del suicida. El enigma y el estigma), pero también el uso de la palabra suicidio en los medios de comunicación, provoca, proporciona dolor, mucho dolor, más dolor aún.
    Es por ello por lo que le escribo, pues Ud. es escuchado con gran interés y sus palabras son respetadas en un ámbito de máxima difusión. Una vez más, agradecida:

    “Desgraciadamente, estamos viviendo acontecimientos de violencia y muerte a causa de un terrorismo cruel e incontrolado. Los medios de comunicación se refieren a los individuos que los llevan a cabo como suicidas. El uso de este término en ese contexto ocasiona un gran dolor a todas las familias que en un momento dado hemos sufrido el suicidio en nuestras vidas.

    Por definición, el suicidio es el acto de privarse de la propia vida. Quien toma esta decisión no implica a nadie en su huida. Sólo quiere acabar con su vida en un acto de desesperación, de profundo dolor y de infinita soledad, que nada tiene que ver con el fanatismo religioso o político, a diferencia del que decide inmolarse sacrificando su propia vida y la de los demás. Por eso no entendemos que se utilice a diario, con tanta falta de rigor, el término suicida o suicidio en relación con algo que es, en esencia, totalmente diferente.

    Sin embargo, observamos la falta de información que sobre el suicidio existe en estos mismos medios. Apenas se habla sobre algo que supone la primera causa de muerte no natural por encima incluso de los accidentes de tráfico, de los que sí se nos informa casi a diario. El suicidio es la muerte más silenciada. No comprendemos por qué se ignora una realidad que por desgracia nuestra sociedad padece a diario. Echamos en falta también más información por parte de las instituciones, así como más medios para planes de prevención que podrían evitar muchas pérdidas.
    Asimismo, oímos en estos últimos meses hablar de suicidios de partidos políticos o de suicidios políticos de algunas personas. Los que hemos perdido a un ser querido por suicidio pedimos un poco más de respeto, reflexión y rigor antes de usar este término aplicado a cualquier hecho que no sea el del dolor o la tristeza que este acto conlleva.

    De la misma manera que se han conseguido eliminar muchos calificativos impropios referentes a minusvalías, que igualmente herían muchas sensibilidades, pedimos que el término suicidio se refiera, únicamente al acto tan profundo y doloroso que un ser humano lleva a cabo en la mayor soledad de su persona y de su alma. Y casi siempre pidiendo perdón por el dolor que van a causar.

    Diferenciemos y respetemos. Grupo de apoyo de madres y padres en duelo por el suicidio de sus hijos/as de la Asociación Alaia. Madrid”.

  3. Solamente puedo enviarle un saludo muy afectuoso. Tengo un amigo al que acaba de ocurrirle esta desgracia. No sé qué decir…

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