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El último pleno parlamentario del año concluyó con aires de concordia, cuando Mariano Rajoy planteó a Zapatero la necesidad de que los grupos políticos colaboren con el Gobierno para presentar las propuestas españolas ante la Unión Europea. Una buena idea, recogida por el presidente del Ejecutivo, que, lamentablemente, como siempre viene ocurriendo, quedará sin concretar. Entre otras cosas, porque el Parlamento cierra sus puertas e inicia las tradicionales largas vacaciones navideñas, con un a mí me pareció que triste “feliz Navidad” pronunciado, al término de su discurso ‘unitario’ en el Congreso, por Rodríguez Zapatero.
Eso fue todo, aunque no pueda descartarse que los contactos entre Rajoy y Zapatero en los próximos días pudieran dar cuerpo a este espíritu de ‘euroacuerdo’ que quedó flotando en esta última sesión de 2010 en la Cámara Baja. Así, todo diálogo en busca de acuerdo, si lo hay, quedará en las brumas del ‘telefonazo’ secreto o de los encuentros furtivos, de los que suele marginarse a la opinión pública, es decir, a la ciudadanía. Y marginar al Parlamento como terreno de los acuerdos es hurtar al poder soberano del pueblo la labor del Ejecutivo…y de la oposición.
Siempre me he rebelado contra la costumbre, al parecer inamovible, que insiste en conceder a los diputados y senadores más vacaciones navideñas, muchas más, de las que disfruta cualquier otro mortal, incluidos los escolares. Y, por favor, a un viejo cronista de Cortes no le vengan con que si hay reuniones de comisiones, diputaciones permanentes, juntas de portavoces…y, menos, con el cuento de que Sus Señorías pasan estas semanas (cinco) atendiendo sus circunscripciones provinciales. Y tampoco me vengan diciendo que se ha establecido la celebración de una sesión plenaria en enero, porque eso no es sino la expresión de un estado de mala conciencia.
No: nuestros parlamentarios, es cierto, tienen un sueldo relativamente exiguo si se compara con algunos de sus colegas europeos, pero también es cierto que, en general, trabajan menos. Y, expresado este trabajo en términos de productividad, aún mucho menos. Y, cuando esa productividad se refiere al Senado, Cámara que precisa de urgentes reformas constitucionales para no seguir siendo apenas un ámbito de gasto público, la ineficacia adquiere ya volúmenes preocupantes.
Entre las muchas cosas que en España necesitan reformas en profundidad, sin duda se encuentra la reglamentación de la vida parlamentaria. Para que el Legislativo cumpla con su papel de equilibrio y hasta decisorio que le reserva toda Constitución democrática precisa un Parlamento cuyas cámaras funcionen con agilidad, con fluidez y…permanentemente. Cierto: en España se legisla demasiado, tanto en el ámbito del Parlamento nacional como en los autonómicos, pero no estoy seguro de que se legisle bien, e incluso se aprueban leyes que todo el mundo sabe que son de imposible cumplimiento –¿alguien cree que de verdad la jubilación de la mayor parte de los españoles va a ser a los 67 años, por ejemplo?–. Diputados y senadores no pueden ponerse de acuerdo solamente en los aspectos positivos de su vida laboral, como pueda ser establecer unas ventajosas condiciones en relación con el resto de los mortales; tienen que edificar nuevamente el prestigio de la clase política, y ese prestigio perdido –según las encuestas—difícilmente se reconstruirá a base de largas vacaciones.
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Por cierto: hablando de cosas vacacionales, inserto aquí un tem,a de villancicos, uno de cuyos intérpretes seguro que os es bien conocido. No me resisto a traerlo aquí, lo siento…
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