La verdad es que los periodistas tenemos muchos golpes de pecho que darnos, me parece. Pedimos autocrítica y transparencia a los políticos, pero no son tales virtudes que estén demasiado actualizadas en el colectivo al que desde hace más de cuarenta y cinco años pertenezco. Creo que difícilmente se puede decir que estemos cumpliendo con nuestra sagrada misión en estos tan difíciles tiempos informativos que vivimos. Y en lo referente a nuestra organización interna…
Verá usted: ni la composición de poder ni las cifras económicas, ni los datos de seguimiento que ofrecemos los medios periodísticos están tan actualizados, certificados ni justificados como deberían. Y, en cuanto a nuestras organizaciones corporativas, qué quieren que les diga: el hermetismo, cuando no un cierto maniobrerismo, prima en elecciones internas, en decisiones presuntamente colectivas. Lo digo por las elecciones en curso para presidir nada menos que la federación de Asociaciones de la Prensa de España, a la que concurren dos candidaturas. Extremo que, me consta, desconoce una mayoría de los profesionales que trabajan, trabajamos, en medios o por libre.
Pues sí, hay, como digo, dos candidaturas: una, presentada por la Asociación de la Prensa de Málaga y otra, por la de Madrid, que es la que mayores posibilidades tiene de alzarse con el triunfo dado el número de votos ‘cautivos’ que la APM lleva, en función de sus miembros. Lo que ocurre, y es paradójico, es que la candidatura ‘malagueña’ lleva seis miembros que pertenecen a la APM, mientras que esta solamente tiene tres miembros ‘madrileños’ en su lista, lo que videncia que no todos los profesionales de Madrid están conformes con la marcha que se ha imprimido a su Asociación.
Yo, que no voy en ninguna lista –ya intenté formar una candidatura profesional para presidir la APM, y salí escaldado y, la verdad, un tanto asqueado–, sin embargo me cuento entre quienes no se sienten representados por la actual candidatura ‘madrileña’. He visto y padecido demasiadas cosas en la muy instalada clique de poder de la APM: a mí, en esta confrontación para hacerse con la FAPE, ni el presidente que representa a la lista de la AMP, ni sus pretorianos, me representan. No sé si lo hace la candidatura ‘malagueña’; la conozco menos, pero los nombres que sí conozco –no los conozco todos, la verdad; ya digo que no ha habido mucha información por ninguna de las dos partes—me inspiran más confianza para otorgarles mi representación. Al menos, no les he conocido con puñales en la mano.
El problema, claro, es que yo no puedo votar: la directiva de la FAPE la eligen las asociaciones, no los asociados. Sospecho que quizá por eso, y por otras muchas cosas que por ahora me callo, los periodistas más o menos de a pie estamos tan alejados de unas organizaciones que, como ha ocurrido con la APM, se distancian de nosotros; al menos en mi apreciación, se ha hecho poco, casi nada, por los asociados, más allá de perder el magnífico servicio médico del que disfrutábamos.
Sí, esto es una crítica. Porque los periodistas debemos, pienso, ser críticos, comenzando por nosotros mismos. Yo quiero participar y no silencios, quiero que me informen y no oscuridades, quiero que se trabaje para el colectivo y no para quienes dicen representarme. Yo quiero, en suma, votar a la ‘otra’ candidatura, aunque ni formo parte de ella ni, desde luego, tengo el menor interés en hacerlo. Pero no puedo votaros, compañeros; parece que otros compañeros ya tienen mi voto, cautivo desde luego. No, no es este el ejemplo que yo creo que debemos dar.
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