Salvar a los hijos y los muebles, por ese orden

Está claro que lo de Cataluña necesita algo más que un mini-pacto ‘a la murciana’ para sanear lo que parece que ha sido, y quizá es, una enorme corrupción que se sustenta en lo político pero que afecta a una parte muy amplia de la sociedad. Los pactos que los ex responsables del Palau, Montul y Millet, quieren hacer con el fiscal, declarándose dispuestos a ‘cantar’ para salvar de la cárcel a sus familiares, es un poco de aurora boreal, como lo es el que los testigos de la antigua Convergencia, que iban a declarar en este caso, se hayan echado atrás, no vaya a ser que, en el ‘canto, les salpiquen algunas notas desafinadas: y es que nadie puede dudar, a estas alturas, de que en las comisiones del tres por ciento –o más…– estaban implicados muchos sectores no solo del partido entonces oficialista, sino de la construcción, de la abogacía –ahora, se habla de Miquel Roca, nada menos–, de la empresa y el comercio. Hace falta mucha cara dura, como la que Artur Mas parece tener, para declararse dispuesto a intentar un nuevo asalto a la Generalitat, estando, como está, inmerso en muy serias sospechas de haber permitido florecer todo este basurero, iniciado por Jordi Pujol ya desde bastante antes de ser oficialmente declarado molt honorable.

Y, por cierto, también el patriarca de los corruptos, Jordi Pujol, se autoinculpó, hace cinco años, de lo menos –eludir impuestos de la herencia del padre Florenci– para salvar de la quema a lo más, es decir, a su mujer, Marta Ferrusola, y a sus hijos, que de todas maneras se han visto implicados en sonrojantes episodios de corrupción montada desde despachos oficiales en detrimento del ciudadano medio. ¿Qué más tiene que ocurrir en Cataluña para que la sociedad civil, las buenas gentes que ni han entrado en el fanatismo del ‘ahora porque sí la independencia’ ni han trincado en su vida, se harten e inicien algún tipo de rebelión contra tanto mangante?

Ahí, ahí sí que es preciso un gran pacto entre el Gobierno central, los socialistas, Ciudadanos y, si factible fuese, también con Podemos, para poner coto a una escandalosa hediondez, que está afectando no poco a la imagen exterior e interior de Cataluña. Sí, ahí sí que hace falta un enorme acuerdo anticorrupción, y no en Murcia, un caso local (y dudoso) en el que se está poniendo en duda la presunción de inocencia de un individuo, por mucho presidente de la Comunidad que sea, como si estuviésemos ante un nuevo Watergate. Claro, Pedro Antonio Sánchez, un político mediocre, pero del que no consta que se haya guardado un solo euro indebido en el bolsillo, es caza menor; meterse con todo el entramado de la Generalitat –¿verdad Albert Rivera?– es ya harina de otro costal. Achantarse porque los de la estelada te digan que es que has enviado a la ‘brigada Aranzadi’ a combatir contra Cataluña es –¿a que sí, Rajoy?—mucho más sencillo que lanzarse a cumplir aquellos acuerdos de mejora de la democracia y de saneamiento de la sociedad ..por tanto, también de la catalana– suscritos con Ciudadanos a cambio de que ellos apoyasen la investidura del actual presidente.

Ahora, aquellos acuerdos parecen casi papel mojado y ese gran pacto nacional contra la corrupción, catalana o donde sea, parece más lejano que nunca.

Me confieso a mí mismo que menos mal que España va teniendo una Justicia que se muestra medianamente eficaz, y no precisamente porque el Ejecutivo presione a sus fiscales o porque trate de ‘negociar en la sombra’ el nombre del nuevo presidente del Constitucional, lance a mi entender lamentable donde los haya. Son esos jueces y esos fiscales, con todos sus errores y con su lentitud paquidérmica, los que están sacando adelante toda esa inmensa porquería atrincherada en los despachos oficiales, oficiosos y privados, de Cataluña. Y no solo en Cataluña, claro, que ahí está lo de las ‘tarjetas black’, o la Gürtel –que por fin se ha echado a andar–, o Pünica, o ERE. O el ‘caso Noos’, que no seré yo quien se atreva a lanzar una piedra contra las decisiones judiciales en este asunto que tanto ruido y tanto daño ha hecho.

Y es esta actuación togada, de jueces y de fiscales, aunque sea negociando con la libertad de una hija, y es la cooperación de muchos medios de comunicación, tantas veces denostados por ello, lo que está haciendo que aflore la carroña acumulada por quienes no se conformaban tan solo con llenar ilegalmente las arcas de su partido, sino que también recogían los sobrantes para engrosar los bolsillos propios. Puede que los corruptos, y sus aliados en covachuelas políticas, logren salvar de la cárcel a sus vástagos. Pero no logran salvar la cara. Ni, esperemos, los muebles. Y esto, señores, es –el acusado ‘arrepentido y cantor’ Montul dixit—solo el principio: a algunos les esperan semanas de infarto, y la verdad es que no me dan ninguna lástima.

fjauregui@educa2020.es

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