El PSOE perdió casi dos millones de votos locales en toda España en relación con las elecciones municipales de 2007, y se queda también dos millones de votos por debajo del total nacional del PP. Ha perdido feudos tradicionales, como Castilla-La Mancha o las ciudades de Sevilla y Barcelona, y necesitará muy difíciles y costosos pactos para poder gobernar en otros puntos. Ha cedido mucho espacio a su izquierda, IU, y a su inmediata derecha, UPyD, para no hablar ya del PP, el gran triunfador de unas elecciones que eran casi unas primarias. Ha contribuído a provocar una conmoción social evidenciada en las acampadas en la Puerta del Sol y otras plazas españolas. Y, de alguna manera, en la era socialista se ha producido una presencia importante de una coalición ‘abertzale’ como Bildu en los municipios vascos y navarros.
Un desastre, en suma, sin paliativos. España es un país afectado por al menos tres cánceres corrosivos: un 43 por ciento de jóvenes desilusionados, en paro; escaso respeto a las leyes y a muchas instituciones, que tienen un algo de indudablemente obsoleto; y, por fin, el país comienza a mostrar un deficiente funcionamiento en algunos aspectos, lo que ayuda poco a la mejora de la imagen exterior de la nación.
La reflexión en el partido que aún ejerce el poder en el Gobierno nacional ha de ser profunda, seria, inmisericorde: es necesario un cambio radical de rumbo, de estrategias de gobernar, de mentalidades…y de caras que aporten ideas nuevas. Cierto: la crisis económica está pasando factura a otros mandatarios en el mundo, pero sin duda pocos de ellos habrán recibido una ducha de agua tan fría como la que Zapatero y los dirigentes nacionales del PSOE recibieron este domingo, aunque no eran, en puridad, ellos los que se presentaban. Saben que las elecciones generales reflejarán de manera casi inevitable lo ocurrido en las municipales y autonómicas. Y ello sea quien sea el candidato/a –menuda cara, por cierto, la de Rubalcaba al comparecer para ofrecer los datos en las urnas—socialista frente a Rajoy en la carrera hacia La Moncloa.
Lo cierto es, sin embargo, que las primeras declaraciones de Zapatero aportan pocas novedades: nada de elecciones anticipadas, porque lo esencial es culminar el proceso de reformas ya emprendido. Más de lo mismo, en suma, y nada de virajes ni de novedades espectaculares. Al menos, por el momento…
Claro que también el indudable vencedor ha de reflexionar no poco. Le toca gestionar nada menos que la crisis económica, social, institucional y hasta territorial que vivimos. La moderación y el sentido común que Mariano Rajoy ha derrochado en una campaña aburrida, monótona, pero eficaz, ha dado réditos indudables. Confiemos en que no sucumba ante los radicales que ahora acudirán solícitos en socorro del ganador. Le toca un período de precampaña en el que tendrá no solamente que vencer, sino, además, que convencer a los escépticos que aún dudan de su capacidad para regenerar –sí, regenerar—los muchos aspectos que lo necesitan en esta España que ha vivido unos días literalmente de infarto. Y los ha resuelto, por cierto, acudiendo, bastante masivamente para lo que era de esperar, a las urnas.
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